Ten esperanza, por Marta Pina (alumna ESPA)

Mi querido padre se llamaba Félix, hijo de Víctor y Antonia, así como hermano de Hilario, Manolo, María del Carmen, Marcelino, Cristóbal, María Rosa y José Antonio.

Nació el 14 de noviembre de 1944 en Cosa, un pequeño pueblo de la provincia de Teruel. A los pocos años de nacer, se trasladaron, por trabajo, a otro pueblo cercano llamado Torrecilla del Rebollar.

Debido a que era una familia muy numerosa y a que no gozaba de grandes recursos económicos, pasó días de mucha hambre, al extremo, por ejemplo, de tener que comer un huevo frito para todos los hermanos. A consecuencia de ello, al ser el mayor de los ocho hermanos, le tocó trabajar desde bien pequeño en el campo para poder ayudar económicamente en casa, teniendo así que abandonar el colegio.

Él siempre fue un hombre muy ahorrador y, gracias a eso, pudo venirse a Zaragoza y conseguir un futuro mejor del que le ofrecía el pueblo. Tras pasar muchas dificultades y trabajar en varias empresas, por fin encontró el empleo que le dio la estabilidad laboral necesaria para poder mantener a la familia que formó junto con su mujer, Julia, compuesta por sus tres hijas Ana, Marta y Cristina.

Hombre de pocas palabras, se fue sin decir adiós, pero de la mejor manera que podía hacerlo: cazando —que era su mayor afición— y en el pueblo, donde pasó su infancia y que tanto anhelaba.

Nos dejó un sitio maravilloso al que acudir y recordarle, en medio de la naturaleza, con un gran chopo que lleva grabado su nombre y un río que calma la tristeza con el sonido de sus aguas.

Ahora él es monte, es el pájaro que vuela en libertad, es el agua que fluye por el río.

¿Qué le diría si pudiera hablar con él?

Hola, papá, creo que el mundo está patas arriba. Hay dos guerras horribles: por un lado, Rusia y Ucrania; por otro, Israel y Gaza. Los políticos se tiran los trastos a la cabeza, aunque eso no es nada nuevo, ¿verdad? Sigue gobernando Pedro Sánchez, pero con unos cuantos partidos políticos más, ya que no obtuvo la mayoría absoluta.

La verdad que no hay muchas más novedades que te pueda contar, dado que hace solo tres años que te fuiste, si bien parece una eternidad. Nos dejaste un vacío muy grande.

¡Si vieras a tus nietos lo mayores que están! Aaron y Andrea tienen 17 años ya y Víctor 13. Tu ojito derecho, Aaron, habla de ti siempre con un cariño muy especial. Mamá sigue sin superar tu pérdida. Ya sabes que estaba mirándola el neurólogo; le hicieron varias pruebas y le detectaron demencia, además de párkinson. De momento, vive sola; aún está bien. No obstante, estamos muy pendientes de ella. 

Te voy a contar una cosa que no te va a gustar nada, pero era necesario hacerlo de cara al posible avance de la enfermedad de mamá. Verás, hemos reformado el piso entero y comprado muebles nuevos; si lo vieras, no lo reconocerías. Sí, ya sé que se ha gastado mucho dinero, pero había que hacerlo por su bienestar. No te preocupes, porque me he encargado de que le queden ahorros y de que no le falte de nada.

Al marcharte me di cuenta de lo unida que estaba a ti.

Ay, papá, no tengo prisa por verte, pero sí por soñarte.

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